MARIA RODRIGUEZ BOSCH

La lectura en el año 2005 del conocido libro de François Cheng, "Vacío y Plenitud", abrió un inesperado universo plástico. Desde ya, este universo también se expandió al ámbito cotidiano y originó profundas reflexiones sobre la vida, el arte y su permanente interrelación. Desde hace tiempo, necesito de cierta economía pictórica que no busca generar un impacto del tipo publicitario al que estamos habituados sino escapar justamente del barroquismo y horror vacui (tan occidental) que en muchas oportunidades nos emebeleza, confunde pero no permite una clara manifestación. Hastiada de las explicaciones y la retórica a la que es sometido el arte contemporáneo he de olvidarme de lo circunstancial, lo accesorio y lo aprendido, con la esperanza de que así aparezca el germen original.

Desde hace tiempo, creo por sobre todas las cosas, que hacer arte significa compartir con los demás nuestra experiencia de vida, dado que lleva inserto nuestra perceción, nuestras elecciones, deseos, reflexiones y por supuesto todo aquello que nos constituye como personas pertenecientes a una región y época determinada. Lo que hace a esto más interesante aún, es que a pesar de nacer de algo profundamente espiritual e individual, el arte puede atravesar cualquier obstáculo o barrera social y temporal y nos conecta a todos. A todos como especie, y como parte de nuestro ribosoma, nos otorga la capacidad de transimitir y también recibir parte de una información generacional que sólo puede transmitirse a través del hecho artístico. Es mi intención "colgar" algunas imágenes no para recibir halagos, sino con la esperanza de compartir vida, pensamientos, descubrimientos todas aquellas cosas que a veces se nos presentan acaso en un rapto de extrema lucidez por intuición pero imposible